Escribir, como todos sabemos, es una tarea compleja que requiere de mucho esfuerzo e inspiración. Cada escritor encuentra su mejor manera de trabajar, escribir por la noche o por la mañana, con música clásica o en completo silencio. Como todos los mortales, los grandes escritores también sufrieron bloqueos creativos y se vieron en la necesidad de encontrar la inspiración buscando nuevos hábitos de escritura. Hoy te contamos los más curiosos.
Eliot y la cara verde: El Premio Nobel de literatura,solía pintar su rostro con un polvo verde, no se sabe exactamente por qué lo, pero sus amigos afirman que “lo hacía para sentirse más interesante, cadavérico y moderno, para parecer más un poeta y no un empleado de banco”. Asegura The Guardian
Scott Fitzgerald y el champagne: Fitzgerald decía que “Cualquier cosa en exceso es mala, pero demasiada Champagne es justamente buena” y es que al escritor sostenía que el alcohol lo ayudó a escribir sus mejores obras. Así que para inspirarse pues bebía un poquito de más 😉
George Bernard y su cabaña: El escritor como le gustaba estar completamente solo mientras escribía construyó un mecanismo especial para escribir: “The revolving writing hut” era una pequeña cabaña montada sobre un mecanismo giratorio que le permitía escribir siguiendo el curso del Sol a lo largo del día.
Gabriel García Márquez y la flor amarilla: En su estudio siempre era imprescindible que hubiera una rosa amarilla en un jarrón, sin la cual no podía concentrarse para escribir.
Víctor Hugo y el desnudo: Víctor Hugo escribió dos de sus obras más famosas mientras permanecía desnudo. Estas dos fueron: Los miserables y El jorobado de Notre Dame. La razón de ello era que de ese modo no tendría la tentación de salir a la calle. Su ayudante le escondía todos los días su ropa, para que no pudiera encontrarla.
Friedrich Schiller y las manzanas podridas: Schiller mantenía unas manzanas podridas en su escritorio, ya que este olor le producía una explicable inspiración y se había vuelto adicto al mismo.