Una oda se merecería el libro de bolsillo, ese que nos sirve cuando nos vamos de viaje, para metérnoslo en cualquier sitio y dejar que la buena literatura nos acompañe a todos los sitios que queramos.
Hoy en día la mayoría de libros los solemos encontrar en dos formatos, la edición de tapa dura y la edición de bolsillo, actualmente la edición de bolsillo supone gran parte del mercado editorial, pero esto no fue siempre así.
El 1 de julio de 1935 tuvo lugar la entrada al mercado de los primeros libros de bolsillo de la mano de los Peguins Books ingleses, con un objetivo claro, que los clásicos de la literatura valiesen seis peniques, lo mismo que un paquete de tabaco, para que pudiese llegar a un público masivo, contribuyendo de una manera clara a la democratización de la cultura.
Hasta ese momento, los libros de bolsillo estaban restringidos a literatura de baja alcurnia, tipo novelas baratas de horror y suspense y la única manera de adquirir literatura “seria” era comprando ediciones en tapa dura a un precio que no todo el mundo se podía permitir, ya que excedía bastante del precio de los artículos de primera necesidad.
El lanzamiento de la primera colección con títulos como El misterioso caso de Styles, de Agatha Christie, Adiós a las armas, de Ernest Hemingway fue todo un éxito y el primer año vendio tres millones de libros.
En 1939 el libro de bolsillo entra en el mercado estadounidense con el lanzamiento de Pocket Books. Y desde ahí se acuña su nombre, ya que Pocket Book significa literalmente libro de bolsillo, a países como España o Alemania llega después de la segunda guerra mundial
Una historia, no sabemos si apócrifa,pero desde luego muy buena, sobre el artífice del libro de bolsillo, Allen Lane, cuenta este maravilloso artículo que hemos descubierto en la página de smithsonian. Afirma que a Allen Lane le surgió la idea después de pasar un fin de semana en el campo con Agatha Christie, su empresa en ese momento estaba teniendo problemas económicos debido a la Depresión.
Mientras espera el tren en la estación de Exeter curioseó por varias tiendas en busca de algo bueno que leer y para su sorpresa no consiguió encontrar absolutamente nada. Entonces tuvo su momento de inspiración ¿Y si hubiera libros de calidad en lugares como las estaciones de tren a un precio como por ejemplo el de un paquete de cigarrillos?
Gracias a ese momento de inspiración la literatura y la cultura se democratizaron, y fue accesible a las grandes masas.